lunes, abril 11, 2011

El tiempo de la Pasión

Reflexionar en torno al misterio de la Pasión de Cristo es una tarea ineludible para todo cristiano. Nuestra propia vida se basa en una pasión que estamos llamados a asumir hasta el final de nuestras vidas. La recompensa será inmensa, podremos ver el mismo rostro de Cristo Resucitado. Pero no estámos solos, el Señor Jesús nos acompaña en asumir nuestra cruz, Él, que es el camino, la verdad y la vida, nos enseña con su ejemplo a amar hasta el extremo y nos convoca a descansar en Él (ver Mt 11, 28-30). Este misterio de amor se comprende a la luz de la actualización del sacrificio de Cristo en el Altar, en la Eucaristía. Por lo cual, el cristiano debe acudir a este sacramento, en la medida de lo posible, de manera frecuente.

La canción que se publica a continuación me ha acompañado en mi peregrinar como cristiano, la letra y la fuerza de la melodía lleva a meditar en el hermoso misterio de la Pasión, y por tanto de la Eucaristía. Esta canción se canta en la «Liturgia de las tinieblas», liturgia que se realiza el Viernes Santo y que tiene como objetivo general profundizar en torno a la Muerte del Señor Jesús. La canción finaliza con un texto que introduce al fiel a renovar la esperanza en la Resurección del Señor:

Hora de las tinieblas,
ha llegado el tiempo y Jesús padecerá
en la Cruz.
Pilatos, el cobarde,
lo sabía inocente y así lo condenó
a morir en un río de crueldad:
el mal por los hombres
inunda el mundo de injusticias,
¡son brazos de la iniquidad!
Nuestros pecados son culpables
del sufrimiento de Dios que padeció.
¡Cómo se someten los hombres
al yugo de la oscuridad
para perpetrar este crimen:
la muerte de Dios, que la Vida nos dio!
Sentenciado a muerte,
abrazó la Cruz y un beso en ella estampó
el Señor.
Vía Crucis de sangre,
huellas encarnadas que llevan la señal
del amor de un amigo que murió,
Jesús, y es por Él que
sangre lloran los corazones,
¡noche del alma y de la luz!
La cruel espada de la muerte
rompe y desgarra el cuerpo del Señor.
Esta es la noche de los tiempos.
Esta es la hora del dolor.
Sobre un madero agoniza
el Hijo de Dios que resucitará.
Todo está consumado.
El atardecer con su vida se extinguió
como el sol.
Los clavos del tormento
abren en la Cruz los brazos del Salvador.
Brota ya agua de su corazón:
vivir de la fuente que una lanzada penetrante
abrió en el arca de su ser.
El santo templo de su carne
fue profanado por esclavos del mal.
La tierra se estremece y llora,
rugen abismos de terror,
pero en la Cruz murió la muerte
¡el Crucificado ha de resucitar! (2v)


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